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LA IZQUIERDA PROGRESISTA

UNO Y TRINO - Arcadi Espada

Arcadi Espada

 

La reacción del presidente del Gobierno ante la renuncia de Imaz parece de una sinceridad aplastante, y es un indicio de que la retirada del dirigente vasco no es meramente estratégica. En efecto, el presidente ha de sentirse perplejo porque la renuncia de Imaz arranca el último lienzo de pudor que le quedaba a su proyecto. A algunos meses del comienzo de la campaña electoral aún es posible preguntarse, sin que nada haga sombra a la mera indagación curiosa, qué informe de gestión va a presentar a los ciudadanos el presidente. Toda su acción política se apoyó en una autoconsideración generosa: yo nazco a la vida y conmigo España. Pero hoy el Adolescente se ha vuelto viejo como el fracaso.

La construcción del mundo que se propuso (y en la que destacó su desprecio por las lecciones de otros gobiernos socialistas) empezó por el pasado: varada en el Congreso ahí está la ley de Memoria Histórica y sus innobles consecuencias. Las fosas pueden abrirse o cerrarse, pero la política gubernamental ha optado por lo peor: las ha dejado medio abiertas y los huesos no saben por qué decidirse. En cuanto a la invención del futuro, muy relacionada, debe decirse que pasaba sobre todo por la alianza con los nacionalistas. Una alianza ni coyuntural ni hija de la conllevancia: es que el presidente iba a darle la leche al nuevo ser de España. Imaz y Mas (que parece un chiste de gemelos) eran sus hombres. El acuerdo tenía buen aspecto porque además de político era generacional. Ya se ve dónde están hoy los dos: uno fuera de la política y el otro tratando de organizar en torno suyo (hasta ahora sin ningún éxito apreciable) un frente nacionalista que devuelva a Convergència la centralidad del espacio político, aunque sea a costa de incluir en su programa la pregunta de la millonésima («que ocupa en una serie el lugar al cual preceden 999.999 lugares»), que es la de la autodeterminación. Había un tercer hombre. Del que dependía, tal vez, el papel de los otros dos y la estrategia general del presidente. Está en la cárcel. Antes estaba en todos los periódicos y ahora está en la cárcel. Siendo un hombre de paz, parece un lugar muy impropio. Así pues, uno en la calle, otro en el delirio y el de más allá en la cárcel. Todos los hombres del presidente.

El presidente Zapatero no tiene culpa alguna de que los asesinos maten o de que los nacionalistas sean incapaces de encontrar un lugar en el mundo racional. Su culpa, su ingenua vanidad adolescente, fue pensar que un asesino puede dejar de matar sin dejar de ser un asesino o que un nacionalista puede comportarse racionalmente sin dejar de ser nacionalista. Fiar la resolución del misterio ontológico/práctico de la Santísima Trinidad de sus amigos al otorgado, mágico e intenso poder de su mirada.

(Coda: «El mago hizo un gesto y desapareció el hambre, hizo otro gesto y desapareció la injusticia, hizo otro gesto y se acabó la guerra. El político hizo un gesto y desapareció el mago». Woody Allen, Wikiquote.)




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